31 ene 2011

ser o no ser

  • · ¡Ser, o no ser, es la cuestión!—¿Qué debe

    · más dignamente optar el alma noble

    · entre sufrir de la fortuna impía

    · el porfiador rigor, o rebelarse

    · contra un mar de desdichas, y afrontándolo

    · desaparecer con ellas?

    · Morir, dormir, no despertar más nunca,

    · poder decir todo acabó; en un sueño

    · sepultar para siempre los dolores

    · del corazón, los mil y mil quebrantos

    · que heredó nuestra carne, ¡quién no ansiara

    · concluir así! Morir... quedar dormidos...

    · Dormir... tal vez soñar!—¡Ay! allí hay algo

    · que detiene al mejor. Cuando del mundo

    · no percibamos ni un rumor, ¡qué sueños

    · vendrán en ese sueño de la muerte!

    · Eso es, eso es lo que hace el infortunio

    · planta de larga vida. ¿Quién querría

    · sufrir del tiempo el implacable azote,

    · del fuerte la injusticia, del soberbio

    · el áspero desdén, las amarguras

    · del amor despreciado, las demoras

    · de la ley, del empleado la insolencia,

    · la hostilidad que los mezquinos juran

    · al mérito pacífico, pudiendo

    · de tanto mal librarse él mismo, alzando

    · una punta de acero? ¿quién querría

    · seguir cargando en la cansada vida

    · su fardo abrumador?... Pero hay espanto

    · ¡allá del otro lado de la tumba!

    · La muerte, aquel país que todavía

    · está por descubrirse,

    · país de cuya lóbrega frontera

    · ningún viajero regresó, perturba

    · la voluntad, y a todos nos decide

    · a soportar los males que sabemos

    · más bien que ir a buscar lo que ignoramos.

    · Así, ¡oh conciencia!, de nosotros todos

    · haces unos cobardes, y la ardiente

    · resolución original decae

    · al pálido mirar del pensamiento.

    · Así también enérgicas empresas,

    · de trascendencia inmensa, a esa mirada

    · torcieron rumbo, y sin acción murieron.

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